#21 El miedo al hombre: qué es y cómo vencerlo

By Jared Price

Introducción: Los Juegos Olímpicos

Pocas cosas captan la atención mundial como la euforia pura de los Juegos Olímpicos. Atletas de todo el mundo disciplinan sus cuerpos para mantener una forma física impecable y compiten con el máximo rendimiento para derrotar a sus oponentes y ganarse la admiración, el honor y los elogios que conlleva una medalla de oro olímpica, un símbolo que los reconoce en ese momento como los mejores del mundo.

Quizás hayas oído hablar del medallista de oro, Eric Liddell, el corredor escocés representado en la película Carros de fuegoEric nació en una familia de misioneros en China y, por la gracia de Dios, sobrevivió a la Rebelión de los Bóxers a principios del siglo XX. De niño, Eric descubrió que tenía un amor y un talento extraordinarios por correr. Entrenó su cuerpo durante años y finalmente llegó a los Juegos Olímpicos de París de 1924. Pero cuando se anunció que su carrera, los 100 metros lisos, se llevaría a cabo el domingo, se retiró de la candidatura. Eric solo tenía dos opciones: comprometer sus convicciones sobre el sabbat o renunciar a su lugar en la carrera.

Eric recibió críticas de sus compañeros de equipo, compatriotas y periódicos locales e internacionales. Incluso su futuro rey, el Príncipe de Gales, lo instó públicamente a participar en la carrera. Pero Eric no cedió. Ante la abrumadora presión y los ataques de los medios, Eric eligió honrar a Dios en lugar de doblegarse al temor del hombre.

Quizás por su reputación o por su extraordinario talento, el comité olímpico finalmente le ofreció una alternativa: podía competir en la carrera de 400 metros, una carrera para la que sólo tenía varias semanas de entrenamiento, pero que no se disputaba el domingo. Para sorpresa de todos, se clasificó y llegó a la ronda final. Cuando salía del hotel la mañana de la carrera por las medallas, el entrenador del equipo le dio una nota: “A quien lo honre, Dios lo honrará”. No sólo ganó la medalla de oro, sino que estableció un nuevo récord olímpico: 47,6 segundos.

En la pelicula Carros de fuegoEl personaje de Liddell dice la siguiente línea: “Dios me hizo rápido, y cuando corro siento su placer”.

A lo largo de la vida, todos nos encontraremos con momentos como el de Eric Liddell. Todos enfrentamos momentos en los que nos sentimos tentados a doblegarnos ante el temor al hombre y a comprometer nuestras convicciones teológicas. El temor al hombre puede ser una presión sofocante y paralizante que nos domina y nos lleva a una prisión de derrotismo pecaminoso y nos quita el amor por la vida. Este temor al hombre surge de la creencia de que, de alguna manera, una persona o un grupo de personas puede proporcionarnos algo que necesitamos o queremos y que Dios no puede o no quiere darnos. El temor al hombre es creer una mentira y da como resultado adorar a la creación en lugar de al Creador. Los libros seculares intentan vendar la hemorragia causada por el temor al hombre con autoayuda psicológica, pero sin éxito. El único medio para vencer el temor al hombre es, paradójicamente, la rendición: una rendición a aquel que ya ha vencido.

Esta guía de campo está diseñada para ayudarle a identificar y combatir el temor al hombre y enriquecer su gozo en la vida a través de una profunda rendición al Señorío de Jesucristo. Las primeras dos partes ofrecen una perspectiva bíblica para investigar la diferencia entre el temor pecaminoso y el temor piadoso. En la primera parte, analizará sus temores. En la segunda parte, examinará un temor que echa fuera el temor. En la tercera y última parte, descubrirá cómo su rendición y unión con Cristo le permite vencer su temor al hombre.

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