#18 La voluntad de Dios y la toma de decisiones

By Andrew David Naselli

Introducción: Decisiones, Decisiones, Decisiones

Algunos investigadores estiman que un adulto toma alrededor de 35.000 decisiones cada día. No sé cómo demostrar un número como ese, pero es evidente que constantemente estás decidiendo qué hacer. La mayoría de las decisiones se toman rápidamente, como mirar hacia aquí, moverse hacia allá, pensar este pensamiento o decir esa palabra. Muchas de tus decisiones son relativamente pequeñas, como qué comer o qué ponerte. Algunas de tus decisiones son morales, como cómo comportarte en una situación particular. Tus decisiones más raras son importantes, como casarte con una persona en particular o elegir una carrera específica.

Cuando llega el momento de decidir qué hacer para tomar decisiones más importantes, algunas personas están tan ansiosas por actuar que se saltan los pasos de “prepararse” y “apuntar” de “prepararse, apuntar, disparar”. Otros, que son más indecisos, pueden dedicar tanto tiempo a los pasos de “prepararse” y “apuntar” que, en su gran cautela, dudan en apretar el gatillo. Se sienten paralizados, como si un mago del mundo de Harry Potter lanzara el Petrificus Totalus hechizo sobre ellos: una maldición que ata todo el cuerpo.

¿Por qué algunas personas se congelan cuando llega el momento de tomar una decisión? Una razón es la parálisis del análisis: “Hay múltiples opciones y quiero más información antes de decidir”.

Otra razón es que dudan en comprometerse porque les gusta tener opciones. No estoy hablando de FOMO, el miedo de perderse. Estoy hablando de FOBO, el miedo a mejores opciones. Algunas personas tienden a esperar para comprometerse a tomar una decisión porque podría surgir una mejor opción. Por ejemplo, es posible que dude en responder a una invitación a cenar el sábado por la noche porque no quiere perderse algo mejor. O podrías retrasar tu compromiso de asistir a una universidad en particular porque podría surgir algo más deseable en el último minuto. O podrías dejar de invitar a salir a una joven elegible porque tal vez algún día descubras a una que tenga una apariencia y un carácter aún mejores.

Los cristianos en particular pueden congelarse cuando llega el momento de tomar una decisión porque piensan que Dios quiere que hagan algo muy específico y tienen miedo de tomar la decisión equivocada. Si toman la decisión equivocada, estarán fuera de la perfecta voluntad de Dios. Abordemos esa preocupación primero y luego consideremos cómo decidir qué hacer.

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#18 La voluntad de Dios y la toma de decisiones

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