#15 Lujuria y pornografía

By Heath Lambert

Scott y Jess

Las personas más tristes que he conocido son las víctimas y perpetradores del pecado sexual. Cuando entré al ministerio, no sabía que pasaría incontables horas sentada con personas quebrantadas y vencidas por el daño del sexo pecaminoso. Conozco más historias dolorosas de las que jamás podría contar o de las que usted quisiera escuchar. Pero me gustaría servirle a usted y a su búsqueda de la pureza compartiendo solo una.

Una de las historias más trágicas de pecado sexual que conozco involucra a un hombre casado y padre de seis hijos. Desde el punto de vista externo, el hombre al que llamaré Scott llevaba una vida ejemplar. Era un hombre de negocios muy exitoso con una bella esposa y media docena de niños maravillosamente inteligentes que estudiaban en casa. Él y su esposa, Jess, eran líderes laicos respetados en su iglesia y estaban constantemente rodeados de amigos. Entonces, una mañana, el mundo de Jess se desmoronó.

Scott estaba fuera del país por negocios cuando Jess recibió un mensaje de texto suyo. Lo abrió y descubrió un video gráfico de Scott con una prostituta. Scott tenía la intención de enviar el video a su socio comercial que vivía al final del pasillo de su habitación de hotel, pero se lo envió a su esposa por accidente. Ese fue el momento en que todo cambió.

Las semanas siguientes fueron una vertiginosa serie de terror y tragedia, ya que Jess descubrió que el hombre que ella creía que era su marido en realidad no existía. Se dio cuenta de que el padre de sus hijos rara vez pasaba más de un día sin pasar horas mirando pornografía. Descubrió una competencia perversa con dos de sus compañeros de trabajo, en la que salían de la ciudad e intentaban grabar en vídeo los actos sexuales más viles con prostitutas. Descubrió que él había sido infiel con innumerables mujeres a lo largo de toda su relación y que su primer encuentro sexual ilícito había sido la noche en que se comprometieron con una de sus amigas.

Jess estaba abrumada, desanimada y disgustada. No sabía cómo pensar ni cómo actuar. Buscó la ayuda de algunos amigos y trató de darle sentido a una vida que no reconocía. Entonces las cosas empeoraron. Una noche, tarde, ella y Scott debían estar hablando sobre cómo proceder con los restos de su matrimonio, pero nadie sabía qué decir, así que se sentaron en silencio. Los niños estaban en la cama y afuera llovía. Sonó el timbre y ni Scott ni Jess pudieron imaginar quién podría ser. Cuando ambos se dirigieron al frente de la casa y abrieron la puerta, Scott maldijo. Era Tamara.

Jess no tenía idea de quién era esa mujer, pero Scott sí, y se quedó estupefacto cuando ella empezó a hablar. Tamara estaba de pie en el porche delantero mientras le explicaba a Jess que ella y Scott se habían conocido por Internet en un lugar para personas casadas que buscaban tener aventuras. Dijo que habían estado juntos durante meses y que estaban enamorados. Le contó que Scott quería dejar a Jess y a los niños y estar con ella, pero que estaba demasiado asustado para hablar, así que ella iba a hacer lo que él no haría. En sus manos había un paquete de material, que incluía fotos pornográficas de los dos e impresiones de mensajes de texto donde él proclamaba su amor por Tamara y su disgusto por su esposa.

Era mucha información para compartir en tan solo un momento o dos, pero Tamara no había terminado. Cuando terminó de descargar la información, comenzó su apelación. Miró a Scott y le rogó que cogiera sus cosas y se fuera con ella. Dijo que sabía que él no amaba a Jess y que ahora que las cosas habían salido a la luz, era libre de hacer lo que quisiera. En ese momento, Jess de repente se resignó a cómo estaban las cosas. Se apartó de la puerta y se sentó en un banco del vestíbulo. Su novio de la secundaria y una de sus amantes estaban de pie a cada lado de la puerta principal mientras el viento empujaba la lluvia hacia su casa. Miró a su marido y dijo: “Bueno, Scott, ¿qué vas a hacer?”

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